Afuera está el miedo atronando a las puertas. No lo oigas. Mi chica, no hagas caso a los gritos de las hienas que rondan nuestra casa; ni a los trasgos, orcos, bestias que acechan en el bosque. No los oigas. Préstame a mí tus oídos y deja que en ellos ponga el ritmo de tu respiración, el canto de un jilguero, la lluvia en las hojas de otoño. Déjame tus manos luminosas, tiernas, heridas, para coger el sol y colgarlo en tu balcón; para trenzar tu pelo dorado y rendido al sueño. Quédate aquí, conmigo dentro, tras estas murallas de amor que construimos juntos para parar los golpes de la vida, las olas que manda el odio, las mareas de desespero. Quédate aquí, queda, conmigo; y olvida trasgos, monstruos, vida. Guarda aquí tu corazón y tu esperanza, duerme mientras la vida rompe contra las murallas desdentadas que un día guardaron mi corazón para que llegara mañana y cumpliera el último trabajo de abrirle las puertas al tuyo. Duerme hoy conmigo, mi chica, que el mundo, que la vida hoy, mañana, nunca, no puede hacernos daño.
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Hermoso amor atrincherado!
Pa’ llorar un rato.
Esto del amor y el desamor es lo que tiene…
Precioso escrito.
Un placer leerte.
Saludos.
Muchas gracias. Un abrazo