La Niña de los Peines

Una canción para no decir te quiero, La M.O.D.A.

Con todo el equipo preparado, Sonriza y Jafar se dirigieron a Roma volando en el dragón del Ministerio de Cuentos. A Sonriza le dejó el dragón una marquita en la pierna, recuerdo de aquel viaje, además de otra marca que no quiso confesar a Jafar, para su desesperación.

Sonriza iba vestida con un típico traje de alcarreña, pero con raja en la falda para enseñar pierna mientras tocaba la guitarra. Jafar dudaba con el traje de Elvis, pero al final decidió vestirse de luces, dispuesto a tomar la alternativa y poner un toque kitsch en tan elegante ballet.

El dragón los dejó junto al coliseo, en medio de una nube de azufre y fuego, y se acercaron rápidamente a la oficina del ballet, que caía cerca del Quirinal, aunque era todo cuesta arriba. Jafar le dijo a Sonriza:

Bella dama. Os rogaría que, en este caso, me dejéis hablar a mí. Tengo experiencia tratando con comediantes y juglares, y creo que podré lograr que nos contraten. Si no, tengo un as en la manga.– dijo, mientras se enroscaba la montera como un sacacorchos.

Mientras entraban al despacho, Jafar excalmó: –Жареные макароны с сыром– Era la mejor manera de comenzar una conversación de negocios. Sonriza se echó las manos a la cabeza.

Venimos a ofrecerle nuestro espectáculo bohemio para la función de esta noche. ¡Y esta oferta acaba rápido, así que decídase pronto! Nos llueven las ofertas.– continuó Jafar, sin darle tiempo al representante del ballet a salir del aseo.

Le traigo a la célebre guitarra internacional «La Niña de los Peines». Acaba de terminal su gira por el Reino de la China, y está dispuesta a hacer un par de actuaciones estelares. Y a la voz, un servidor, Finito de Calatayud, con coplas que salen del corazón. Somos la atracción musical más fatal de todos los tiempos. De hecho, de aquí volamos a los Grammys. Así que, decídase pronto.

No.– dijo el representante, mientras terminaba de subirse la bragueta y se sentaba a la mesa sin lavarse las manos.

¿Cómo que no?– dijo Jafar. –Inconcebible. Páseme con su superior.– dijo airadamente Jafar.

Yo soy el director del ballet, y no voy a contratar a los primeros que entren por la puerta ofreciéndome un número. Además, ¿qué tiene que ver su actuación con «Los congresistas»? Es una ópera sobre políticos corruptos, incultos, sin escrúpulos, y piratas causantes del cambio climático. Su actuación no tiene nada que ver con nada de todo esto.– dijo el director, mientras se comía un Bollicao. ¡Y no se había lavado las manos!

¡Pero si traemos canciones típicas del Reino de España! Nada tiene que ver más con eso que lo que ha contado de «Los Congresistas». ¡Pero si está describiendo usted cualquier diario del reino.– argumentó Jafar.

Ya tengo montones de artistas que me ofrecen eso. No aportan nada diferente a mi ópera y, además, la actuación está cerrada para esta noche.– sentenció el director.

Jafar miró a Sonriza de una manera que desató el pánico en ella. Iba a sacar su as en la manga, fuera el que fuera. Y eso que había logrado que no trajera la mochila. Apoyó los dos brazos en la mesa, y mirando fijamente al director, le dijo lentamente:

La Niña de los Peines es capaz de tocas la guitarra mientras come gominolas. Y puede hasta escupirlas al público, si usted puede pagarlo.– Jafar dejó un silencio oneroso tras esta frase. El director abrió los ojos como platos, y de su boca salió solo una palabra:

Contratados.-

(Continuará)