Aullando toda la noche

Diazepam, Leiva y Natalia Laufourcade

El viaje en globo a Segorbia tuvo que ser pospuesto por diversos motivos, entre ellos porque Jafar se enganchó con la veleta del campanario del reino de Sonriza, y acudieron los guardias y la gente, y tuvieron que bajar de la cesta entre las miradas de los somnolientos súbditos, y las agrias caras de la Guardia Real. Sonriza pensaba en su reputación: la iban a ver con el bicho raro de Jafar. Aunque luego pensó en que la gente lo veía distinto a como lo veía ella, así que a saber lo que estaban viendo en lugar de Jafar.

Encima, cuando bajaron del globo, había un mensajero real con una carta para Sonriza: había una nueva misión. Dejaron el globo mal aparcado y fueron corriendo a los aposentos de Sonriza a leer el contenido de aquella carta.

Bueno. Antes de empezar esta nueva misión, vamos a dejar las cosas claras. Esa mochila no puede viajar con nosotros– dijo Sonriza. –No sé lo que llevas ahí dentro, pero seguro que el 99% de las cosas no hacen falta. No quiero que nos explote en medio de la misión. Por cierto, ¿en la mochila no había ningún título de piloto de globo?– dijo Sonriza, bastante socarrona.

Pero, alteza– dijo, titubeante, Jafar –Mi mochila es una parte importantísima de las misiones. Uno nunca sabe qué se puede encontrar, a qué fieras debemos domesticar. La mochila es nuestra tabla de salvación para las misiones. Hay que prevenir lo imprevisible.– dijo Jafar con aire solemne.

Bueno, esto tiene que acabar. Hasta ahora no hemos usado nada de tu mochila, y no creo que sea tan importante para la misión. Voy a ponerme cómoda y abramos la carta. ¡Ni se te ocurra tocarla!– dijo Sonriza mientras se quitaba las gafas y el gorro de aviadora.

Mientras Sonriza se ponía un cómodo kimono oriental y se blanqueaba la cara estilo geisha, Jafar murmuraba por lo bajini: –Pues no pienso dejar mi mochila así como así. Aún no me ha salvado la vida, pero sé que tarde o temprano lo hará– Y, a continuación frunció el ceño.

Sonriza salió hecha un pincel (oriental) y se sentó en el diván, mientras Jafar se sentaba al aldo y abrieron la carta. Al ver el contenido de la misión, se quedaron ojipláticos, aunque a Jafar se le escapó una sonrisilla: por fin podría devolverle la pullita del globo. Total, era la primera vez que se estrellaba con un globo. Las otras veces eran con otros aparatos, para los que tampoco tenía carnet.

(Continuará)