Viajar

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Desde pequeño leí mucho. Leí compulsivamente, y también me gustaba la televisión y el cine. No sé si fue por eso, o si es innato al ser humano, pero algo se activó en mi cabeza, y pensé que el mundo era un lugar muy interesante. El sitio ideal para correr aventuras: el lejano oeste, la arqueología de Indiana Jones, las calles de Nueva York o los profundos bosques de Europa.

Y luego la lectura: todo el mundo decía, en los libros (o quizá no lo decía todo el mundo y sólo lo dijo uno) que viajar era una manera de curar la intolerancia, de aumentar la cultura y de ver mucho mundo. Y quizá fuera eso así en el siglo XIX, o principios del XX. Era verdad: nos abría la mente a otras culturas, tradiciones, comidas, paisajes y maneras de entender la vida. Te obligaba a cambiar el chip, porque viajar era ir a vivir otra vida.

No sé si esto es ahora así. Desde que viajar se convirtió en una moda, un negocio y se democratizó el turismo, me da la impresión de que viajar es un placer, una obligación, algo organizado para sacarnos el dinero y tener experiencias y sensaciones. Pero no deja de ser una masa aborregada, vamos a lugares preparados para recibir al turista, unas instalaciones y monumentos uniformizados donde queda poco de real y poco de cultura, donde buscamos la foto, donde se ha echado la vida auténtica que un día tuvo. Comemos lo mismo de siempre, preparado para turistas; vivimos experiencias y tours preparados, hacemos fotos de sitios preciosos y miradores. Todo preparado, con todas las comodidades. Salimos de nuestra casa para hacer lo mismo en otro sitio. Y eso no me gusta nada.

Cuando viajo, intento ir a mi aire, intento escaparme de las multitudes, de lo preparado para llevar, de las experiencias al uso. Simplemente intento descubrir lo que queda de auténtico entre el gran parque temático en que se ha convertido el turismo.

Y no niego que vemos paisajes y lugares muy diferentes. No he visto la torre Eiffel, la muralla china, la Quinta Avenida o Machu Pichu. Y son lugares increíbles, irrepetibles. Vi Venecia y me maravillé. Londres fue una experiencia incompleta. Son lugares extraordinarios, y hay que verlos. Y también creo que hay que conocer lo que nos rodea, ese pequeño mundo con personalidad no buscada ni pretendida, humilde y sencilla a la par que enormemente compleja y adaptativa. Nos empeñamos en ver las grandes maravillas del mundo, y dejamos de conocer el mundo maravilloso que nos rodea. También tengo que reconocer que vivo en un pueblo o ciudad más o menos rural, y las cosas no son como en los barrios de las grandes ciudades.

Yo, que he visto y vivido cosas que vosotros no creeríais y que nunca más pienso contar, soy capaz de pasármelo bien en este parque de atracciones en el que han convertido el turismo («es la economía, imbéciles«). Pero añoro, y todavía me emociono, con dos tomates y dos cabezas de ajo que te da cualquier persona, con la vida real que no sale en las televisiones ni en los touroperadores.

Vencidos, Joan Manuel Serrat

Plural: 9 Comentarios Añadir valoración

  1. azurea20 dice:

    Ya no hay quijotes y si alguno queda «va cargado de amargura». Salud

  2. azurea20 dice:

    Ya no hay quijotes y si alguno queda «va cargado de amargura».

    1. mada dice:

      Sí. Esa canción, ese poema de León Felipe me acompaña desde los 15 años. Todos vamos cargados de amargura, y seguimos adelante, porque no nos queda otra. Abrazo y mil gracias.

  3. azurea20 dice:

    De acuerdo total con tu texto.

    1. mada dice:

      Gracias.

  4. […] «una obligación, algo organizado para sacarnos el dinero y tener experiencias y sensaciones»
    No puedo estar más de acuerdo, me gustó leerte 🙂🌿🍀

    1. mada dice:

      Gracias. Me hago viejo, gruñón e insoportable. Y el mundo ya no es un lugar que conquistar y domeñar, es un sitio al que cuidar. Abrazo

  5. No eres gruñón 🙂

    1. mada dice:

      Jaja. Arrancas la primera sonrisa hoy. Pero sí debo serlo, o algo peor 😂😂😂😂

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