El futuro de este blog

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Estamos desde 2004 escribiendo de manera ininterrumpida en esta bitácora, aunque las primeras entradas son de 1997, ya que me dio por hacer un diario en un momento en que no existían los blogs.

Comenzó como un diario y una válvula de escape, a veces como un ejercicio literario, a veces como minarete desde el que lanzaba mis solicitudes, mis invectivas, mi desesperación, mi escasa alegría.

Pero últimamente, creo que el blog, en esta versión o en la versión de WordPress que apareció para ocultar mi identidad, perdió todo su sentido. O, al menos, el sentido inicial con el que se planteó.

Porque el altavoz pasó a ser un escaparate en el que se aumentó la exposición, a veces hasta se buscaba. Se convirtió en una fuente de estrés y en un modo de relaciones vacuas, artificiales, irreales, que más que aportar acabaron restando y destruyendo. Porque al final, estaban tan sesgadas, eran tan parciales y colaterales que no podían aportar. No se puede vivir sólo como literatura, no se puede comer el paisaje.

Si tengo algo que decirle a alguien, se lo digo. De viva voz, por correo, por teléfono, con un abrazo. Si tengo que escribir, hago un libro. O lo escribo aquí, pero porque me apetece a mí. No porque busque «Me gustas» o comentarios intimistas, o nubes de algodón de azúcar, o subirme el ego.

Este blog es otra cosa. Nunca debió dejar de serlo. Sobre todo cuanto mi botella llegó a tu playa.

La vida es otra cosa. Lo sabía. Lo descubrí hace tiempo.

Tenías razón. Al menos conmigo. Siempre la tienes. Nunca debí cruzar el Misisipi. Bastaba sólo con quedarme a tu lado, no hacía falta nada más.

Oiga, Doctor. Joaquín Sabina