2030

en
2030 2029, Luis Ramiro
He estado una vida esperándote,
sin casi saber quién eras,
y han bastado dos días
para que la poesía me estallara en las venas,
para que cayera muerto de amor en la Gran Vía,
mientras los servicios de emergencias
trataban de reanimar mi corazón,
con los versos corriendo por la acera.
Madrid me mata.

Versos mientras me hundía,
besos mientras te llamaba,
con mi corazón haciendo agua,
con mis labios besando el hueco que dejas
cuando cierro los ojos y te imagino
acurrucada en mi colchón.

Si la conocierais, me diríais:
¡Cómo no morir por ella!
Cómo no perseguirla por Madrid,
Buenos Aires,
Berlín,
Barcelona.
Cómo no buscar las líneas
que nos acercan hasta casi tocarnos,
estirar los dedos para tocarla,
mirar al horizonte buscando su silueta,
mientras la razón arropa con la manta al corazón,
y le sirve una tila con miel de la Alcarria.

Cómo no morir
por tener sus labios en mis manos,
sus manos en mi pecho,
su pecho en mis labios,
y vuelta a empezar.
Cómo no amarla
si es luz,
esperanza,
ternura,
confianza,
calor,
amor.

Cómo no esperarla
un día
una semana,
un año,
o diez,
si ella es la esperanza
que me sujeta a la vida
como alfileres a la mariposa.

Cómo no derramar versos y vida en las aceras
si Madrid es menos Madrid sin ella,
y yo, menos poeta y más corazón herido
si sus besos no curan mis cicatrices.
Madrid me mata, sí,
pero sólo si ella
no está conmigo.