Tiempo

en
No tengas miedo, Fabián
Hoy no hay palabras en mi diccionario
y tu ausencia me ha quitado parte de mi vida.
Hoy miro el calendario con miedo y rabia,
y trato de cogerte en vano la mano desde aquí.

Hoy, igual que ayer o antes de ayer,
miro tu cuerpo desnudo sobre mi cama,
la sonrisa que ilumina la habitación,
las manos que llenan mi cara de paz
caricias
moratones,
y busco un cabello entre mi ropa
con el que atar la esperanza a mi dedo
para que no se escape.
Porque eres el fin de todos mis caminos
en esta vida de laberintos que te trajo a mi orilla.

Me llega el miedo, el dolor;
me barre como una tempestad desatada en el infierno
mientras me ato a una palmera
para poder salir a buscarte cuando llegue la calma.
Llevo mi navaja y un ramo de flores,
bombones, tiritas y un teléfono huérfano
que tendré que aprender a temer
tanto
como
yo
te amo.

He encontrado cuatro palabras
tristes
humildes
desahuciadas
para hacerme un refugio,
para construir el aeropuerto desde donde partir en tu búsqueda,
al que traerte cuando pienses que todo está perdido.
Buscaba palabras y me salieron lágrimas

Anoche el reloj me quitó aquella hora
en que tú y yo entrelazamos las manos,
dibujamos corazones. 
Se borraron mis registros
y perdí mi corazón por salir a perseguir sueños
de otro tiempo,
por colgar tus abrazos en el armario
para ponérmelos cuando llegue el frío
del invierno, de tu ausencia o de tu pena.

Así que te despido por un momento.
Yo, experto en trincheras, minas y asedios,
y autor de tratados de la poliorcética en general,
acabo de movilizar a todo mi ejército, armada y aeronaves
a las proximidades de tu casa,
de tus caderas,
de tu corazón,
de tu alma.
Entraré derribando tus murallas,
asolando tus defensas,
abriendo puertas y ventanas y troneras
para secuestrarte,
para raptarte,
para llevarte a mi refugio
en el valle de rojizos chopos
y meterte en mi cama
y llevarte el desayuno
todos los días
del resto de nuestras vidas,
y pintar un sol, una nube y tu nombre en mi pared.

Cuando repare mi corazón
del último aterrizaje forzoso en tus caderas
te escribiré los poemas bonitos que te debo.
Pero ahora, solo y desvencijado,
te mando esta carta en clave
que te dice que estoy de camino a tu corazón
y nada va a detenerme.
Porque yo
soy un hombre desesperado
y tú
una mujer necesitada de esperanza,

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