Llegaré tarde a mi entierro

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Ayer pasé de nuevo miedo. Un puñetazo en la boca del estómago que te corta la respiración. Una pena que te golpea, un rayo que no cesa, un dolor por no poder besarte.

Ayer hacía 12 años que se me murió mi madre. Pero no fue por eso.

Ayer comenzó de nuevo el trabajo y ríos de mierda cayeron sobre mi cabeza. Tampoco fue por eso.

Ayer sujetaba mis miedos con mis manos, mis lágrimas con tus labios, mi dolor con tu ausencia inevitable, mis ganas de verte con tu hambre de besarme.

Ésta es una entrada sin sentido, sin esperanza, sin memoria, sin apuntar. Es un dolor de adolescente, una ausencia de ti, un llanto de sirenas, un salto al vacío para sentirte cerca. Un vómito de un alma que se ha trizado en mil pedazos por equivocarse de salida, un nudo en la garganta y en el estómago y en la piel y en el alma, que se siente desnuda sin tu abrazo.

Éste es un texto arrancado del desorden y puesto a secar al viento de tu aliento. Una declaración de rendición en toda regla, un desfile de gigantes de pies de barro, una huida abortada por falta de neumáticos, un yacimiento de paz mineral que se agotó en tiempo de los romanos, una bandada de pájaros que se tatuaron en tu espalda, el calor de un abrazo que aún perdura en mi memoria.

Ayer (justo ahora, en este momento) quiero llorar, besarte, encontrarte, dormirte. Rendirme, escaparme, buscarte hasta encontrarte y quedarme en tu cueva, a hibernar como osos. Quiero construir tu paz sobre mi penosa guerra, quiero dedicarte mi poesía, cantarte mi prosa, besarte con mi pena salada y mis renglones torcidos.

Éste es mi sueño de pesadillas, donde nunca sales. Es un día raro en el que la estantería de tus recuerdos se ha roto y han caído sobre mi cabeza y estoy tendido en el suelo con una conmoción.

Pero no pienso morirme. Pienso llegar tarde a mi entierro. Pienso sobrevivir al Titánic, vencer en Waterloo, ganar al póker a Paul Newman. Pienso en ganarte en el concurso de besos, de verdad o atrevimiento, de escritura surrealista.

Pienso encontrarte y besarte y quedarme a tu lado hasta que decidamos marchar tú y yo sobre Moscú con pífanos y tambores, vestidos de Santa Claus. Pienso declararte mi amor, tenderte mis puentes, rendirme a tus pies y a tus encantos, leerte a Faulkner mientras comes palomitas.

Pienso pensarte en todas las posturas y compases, en todos los caminos y restaurantes, en todas las canciones y películas de amor que veremos juntos.

Ayer me doblé el tobillo del alma por soñar despierto demasiado deprisa, y pasé toda la tarde llorando, esperando que viniera mi hada madrina a decirme «cura sana» y me diera un abrazo.

Ayer fue un día bueno porque sé que existes, porque tengo 15 años y aún no te conozco y ya te echo de menos.

Hoy ofrezco servicios de traducción a lengua humana para poder explicar qué me pasó ayer a quien le interese.

No te vayas, Alice Wonder

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