En Valencia

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Valencia siempre acaba por ponerme triste. No sé lo.que es: recuerdos dolorosos de demasiadas idas y venidas, errores y retiradas. O esa impersonalidad que rezuma, ese anonimato impuesto por las circunstancias, esa sordidez o banalidad, a duras penas encuentro un adjetivo, que impregna muchas de sus calles.

O quizá sea porque no la conozco. Porque no he tenido tiempo de acostumbrarme a estar entre sus fauces, a dormir en su guarida.

Justo al revés que las personas. Creo que no hay nada peor que conocerlas para.decepcionarse, para que decepcionemos. Todo el mundo hiere, todo el mundo decepciona.

Estoy cansado. Gran parte de este.infinito cansancio que me ha vapuleado estás navidades ha sido porque estoy harto de equivocarme con las personas. Dadme cualquier situación y trataré de manejarla racionalmente. Pero, con las personas, no dejo de equivocarme. No dejan de doler. En las noches insomnes, eternas, en las carreteras desiertas, en las sendas y caminos que me adentran en recuerdos erizados de espinas.

Nunca deja de doler.

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