Y entonces, bailamos

en

Con toda la tristeza que me cabe en el cuerpo, dejo que los días se vayan secando bajo este sol inmisericorde, dándole vueltas a casi todo, reordenando recuerdos, cerrando heridas y cajas, olvidando lo malo y recordando todo que hice bien. Había partido.

Oyendo a Luis Fercán en bucle, sin solución de continuidad, con un cansancio que permea el cuerpo y alcanza el alma, tratando de encontrar sentido a todas las señales, a todos los telegramas que me enviaba la cabeza y que ahora encuentro en mi buzón. Pensando todavía en que, al final, sólo había una verdad, y que ésta permanece, pese al dolor.

Queda todavía hasta dolor físico, que me recuerda que me lo traje todo, que me recuerda que la primera persona a la que se debe amar es a uno mismo: si no, nada puede tener sentido. Y yo dejé de hacerlo hace demasiado tiempo.

Siempre supe que tenía razón. Y aun así, todavía ahora, sigo dudando de mí. Porque, sinceramente, no visteis lo que vi, no vivisteis lo que viví, no sentisteis lo que sentí, no amasteis lo que amé.

Banderas en la oscuridad, Rebeca Jiménez.