Siempre soñé contigo. Cuando el mundo se hundía, era tu mano la que cogía; cuando la noche caía me abrazaba a tu sombra cálida.
Siempre fuiste tú, aun sin conocerte, aún sin conocerte.
Siempre soñé contigo.
II
Me creí invencible, desdeñé al corazón y a las tinieblas, desprecié el calor de tu lumbre. Pensé, necio, estúpido, que el mundo estaba a mi servicio, que los corazones eran fichas de casino, que los besos, ataduras. Cretino, mentecato, adalid de la estulticia, corazón negro de heraldo negro, bárbaro que toda hierba asola: maquillé tu cadáver con pinturas de guerra.
III
Fue un sol marchito el que rompió aquel día. Tú caminabas a mi lado, no sé si el bueno de Sancho o el gentil Quijano. Yo, espectro en vida, alejaba las moscas de mi podredumbre, desfilaba ante un gentío despiadado. Vergüenza. Baldón. Oprobio. Desconsuelo miserable de asesino. Tú caminabas a mi lado.
IV
Tú siempre caminaste a mi lado. Yo me dejé morir a tu orilla una mañana de otoño en una playa de arena negra que brillaba al sol, al abrigo de tu risa.