Este país en el que vivo aún se merece más de lo que le pasa. Hemos conseguido, en 40 años de democracia, crear una raza de depredadores sin escrúpulos que se han dedicado a hacer su carrera y a vivir de la política. Carniceros despiadados que han eliminado cualquier atisbo de decencia, expulsando a quienes tienen principios, poniendo el país a su servicio.

Y, ahora mismo, tenemos el máximo exponente en político, inmersos en la crisis del coronavirus, obstinado en servir a sus partidos, y no a los ciudadanos.

Simplemente, aquellas comunidades que no son del mismo partido que el gobierno, se dedican a hacerle la puñeta fastidiando a los ciudadanos. Que si el gobierno no hace nada, que si el gobierno lo hace todo, que esto es obligación de unos, que estos son mis derechos… La cuestión es provocar enfrentamientos, desgastar la imagen del contrario, aunque el precio sea la salud y la seguridad de los ciudadanos.

En estos momentos en que se espera, como diría Churchill, sangre, sudor y lágrimas, nuestros políticos nos venden sin vergüenza para seguir chupando del bote. No sé si en el mundo hay un país con tantos hijos de puta y tantos gilipollas por metro cuadrado, capaces de lo más infame. Lo más sublime, a fin de cuentas, se lo dejan a la gente de a pie, que siempre está ahí.