Lluvia en Valencia, donde parece que no sabe llover. Un día precioso, de jirones de lluvia en mis montañas cubiertas de niebla, un verdor apagado y resonante, un sol que trata de reventar las nubes en un cielo gris de hormigón armado, y la música acompañando lenta, tierna, pausada.
Una noche completa sin dormir, reveladora, catártica, donde se encaja la última pieza del rompecabezas y se ve, al fin, el cuadro que se vislumbraba desde tiempo atrás. Todo tiene sentido al fin.
Necesito hablar. Es algo desesperado, encontrar algo o alguien que me escuche y se dé un tiempo para juzgarme, necesito esa manera de ordenar las fotos, los sentimientos, las penas, los pensamientos que han caído como un tetris del alma.
Y, pese a lo que pueda parecer, es un día bonito.