Pues el título casi lo dice todo. Este año iba a ser mi año, pero casi sin pasar nada, casi sin saberlo, creo que ha pasado todo. Y es que, sobre el papel, lo que la gente ve desde fuera, es que todo me va de puta madre. Todo ha salido como se esperaba, y profesionalmente estoy en mi mejor momento, o eso dicen los entendidos. Pero la gente no sabe cómo estoy por dentro, la gente no sabe de ti. Un año que se ha atravesado, en el que las tormentas me han ido desarbolando noche tras noche, en el que los imprevistos asoman sus dientes, en el que la tristeza ha tomado al asalto mi plaza y me tiene sitiado, y la desesperanza se asoma burlona.
Estoy totalmente perdido, noqueado. Rendido por dentro. Por fuera mantengo el tipo, guardo las formas y sigo adelante, a veces incluso parece que con mayor energía y determinación. Aunque aquí se mezcla mi manera de huir con ese sentido de la responsabilidad que me llevará a la tumba. Y sigo, sin fe pero con oficio, sin esperanza pero con resignación. No, los de esta tierra no somos duros, quizá resignados, quizá empeñados o porfiados (cabezones se dice por aquí).
O puede ser que lo único que quede sea caminar, porque si no caminas, te devoran los monstruos.
Sí. 2025 fue terrible, y lo peor es que le quedan aún 20 días.