Qué bonita la vida

en
Qué bello es vivir, el Kanka

Agosto. Vacaciones. Tumbado en la lona, tras un KO técnico. Sin parar de pensar, de hablar, de revisar todo lo que pasa, ocurre; todo lo que hacemos sin darnos cuenta.

En este diario de una mala noche en una mala posada, hablé mucho del otro lado. Hasta incluso tuve un programa de radio. El otro lado era un lugar mítico, una fina frontera que separaba la cordura de la locura, un abismo insondable de negrura donde nada salía nunca. Durante mucho tiempo creía que estaba asomado a ese abismo, y que sólo mi fortaleza, mi buen hacer y esta cabeza que nunca se hundía me mantenían sin caer, mirando de tú a tú, a los ojos, a esa caída a los abismos. Y allí fui, tan engreído y soberbio, creyendo que era indestructible.

2025 creo que ha sido uno de los peores años de mi vida, y todavía no ha acabado. Creo que lo he habitado en ese otro lado, sin darme cuenta de quién era ni de lo que hacía, totalmente instalado en la supervivencia ciega y desbocada, desnortado, malherido y mal curado; roto y desfondado y sin embargo, empuñando un arma que todo destruía.

Lo peor del otro lado, lo peor de estar loco o roto, cuando de verdad es así, es que no te das cuenta. Por mucho que te lo digan, por mucho que quienes te quieren o se preocupan, te avisen y te traten de dar la mano. No te enteras, no ves nada mientras esa capa de rojo sangre cubre tu mirada, y ti corazón, muerto hace ya tiempo, únicamente supura el pus de una cicatriz negra llena de gusanos.

No fue mentira, Andrés Suárez

Lo peor de estar loco es que no lo sabes.

Lo mejor de estar muerto es que no importa.

Lo peor de estar roto es que no quieres mirar la carne deforme que ha dejado la herida.

Al final, acabas dándote cuenta de algunas cosas. Alguien te marca los errores, con banderas rojas, a ambos lados de la línea; reasignas tu autoestima, tu autoconciencia, tu amor propio; repasas los pasos y los cuentos de la luna pálida y la magia infantil. Simplemente te das cuenta de que nada estaba bien, de que no estabas bien y, así, difícilmente nada puede ir en buena dirección.

Ahora todo son preguntas importantes que se quedaron sin responder. Ahora todo ha perdido la importancia; todo salvo los 4 más veloces, todo salvo los errores y el dolor infligido.

Nada se soluciona de un plumazo, no viene una maga y nos toca con la varita o dibuja con sus colores mágicos un mundo justo y feliz. Pero lo primero siempre es darse cuenta, fortificar las ruinas y encender las almenaras para pedir ayuda.

Ahora, más que nunca, sé lo que quiero ser de mayor.

Crucé un océano, Ismael Serrano

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.