Me siento mayor. O cansado, o viejo. Un alma vieja en un mundo viejo. Demasiado peso en la mochila.
De vez en cuando, comienzo a repasar errores, agravios y desencuentros. No he viajado por medio mundo, y sin embargo llevo tantas cicatrices que ya no me hace falta ver nada: lo he vivido casi todo, y para eso, por desgracia, no hace falta viajar.
Así que, con ese equipaje, me equivoqué intentando buscar el reconocimiento de los demás, pensar más en el deber y en la obligación que en el largo camino recorrido.
Y ahora estoy aquí, lejos, muy lejos, y si no más sabio, quizá sí más experimentado. No hace falta un guía para el cielo, pero ya me he cansado de recorrer el infierno.
Lo peor son las brechas abiertas en la poesía, la ilusión, la inocencia.