Hace tiempo, en este vertedero emocional, exponía mis desechos, mis vergüenzas a menudo, y solía coger el mes de agosto de vacaciones. Es decir, silencio, descanso, irreflexión total y una especie de liberación de este ego y esta situación que me corroía 11 meses al año. Pero han cambiado demasiadas cosas. Demasiadas.
Espero poco a poco volver a mi posición de equilibrio, a poder trazar en el mapa de nuevo las fronteras que marcaban los conciertos de Madrid, el lugar de tus caderas, un abrazo en la oscuridad lleno de paz, ese beso que calma el dolor de todas las heridas.
Tengo a los equipos de rescate alrededor de un enorme agujero. Un puto agujero en medio del corazón, entre las dos últimas cicatrices recientes. Un agujero de esos que no se ve el fondo, su borde lleno de tipos duros, con caras congeladas y tiznadas de negro, el cigarrillo apagado en la comisura de los labios, y esa frialdad y resolución que da la necesidad de realizar cualquier trabajo, por desagradable que sea el olor a descomposición. Total, todos sabemos que no quedan supervivientes en las catástrofes aéreas. Ahora son ellos los que están en el puto agujero, recogiendo pedazos, mientras los responsables, a varios kilómetros, dan órdenes y toman precisas y asépticas decisiones sobre los pasos a seguir. Al final, son las cosas que nunca se ven en la tele: solamente nos enseñan las velitas encendidas y las caras compungidas de los necios de corazón fácil y lacrimógeno, que esta noche dormirán tranquilos con la aplacada conciencia del infinito buenismo o del probo romanticismo y suavidad. No, lo que pasa en realidad no sale en la televisión.
Habrá sesudos estudios, análisis forenses y abultados informes repletos de datos técnicos, dependencias emocionales, traumas de la infancia, terapia conductual, solución y futuro… para llegar a la conclusión de que todo pasa por algún motivo arcano, de que todo se podía haber evitado de alguna manera, aunque todo el mundo sabe que es casi imposible evitar los putos agujeros negros como el carbón del destino, y lo poco que se puede hacer es meterte en un búnker o hacerte un corazón de queso gruyere.
No necesito un informe técnico para saber qué me pasa, qué está bien y que está mal, cuántos cadáveres hay bajo la alfombra y qué había que hacer desde el principio. Teníamos un manual para hundimientos generalizados en el que, esto, es un mero tres en raya. Estamos en el mundo de los tipos duros, ellos saben qué funciona.
Y al final, todo es más fácil de lo que parece: haz lo correcto, y todo es siempre lo que parece. A fin de cuentas, sólo los locos mueren de amor.
Punto para los locos.
Me encanto el cierre ..ahí lo dijiste todo!!!! Y al final, todo es más fácil de lo que parece: haz lo correcto, y todo es siempre lo que parece. A fin de cuentas, sólo los locos mueren de amor.