Suena la música, Quique González me presenta a los conserjes de noche y yo te busco en este mar infinito, en este tráfago inmenso que es la vida, en esa pequeña balsa construida con recuerdos, para cruzar el océano que separa dos corazones que se mueren de soledad. Sigue la vida dando zarpazos. Nunca cesa. Nunca se detiene. Mientras yo sólo quiero Madrid y a ti sobre la cama, y la música y la poesía que destilas cuando me das los buenos días. Así que me escapo entre las garras para darte un beso, para sentir tu aliento, para soñar que la vida nos da un respiro, que por fin podemos dar nuestro concierto, solo de guitarra y voces tristes. En días y tardes como ésta, cuando estoy solo y tú lejos, dueles como me arrancaran de tus brazos, sueño con un futuro donde no haya presente, sólo tú y yo quemando el presente, mirándonos fijamente, escribiendo nuestra historia mientras tomamos café. Cierro el cuaderno. Bajo la tristeza al mínimo. Olvido el dolor de las heridas. Restaño los sueños que se desangran. Te echo de menos. Quiero cambiar mi vida contigo. Quiero escribir poesía mientras te miro, y no estos poemas furtivos, huérfanos de ti, cargados de impronunciable pena, de imágenes tuyas perdidas en este presente inexistente que no compartimos ni tú ni yo. Ven.
Un comentario
Los comentarios están cerrados.
Muy bonita manera de decir «te echo de menos».