¿Qué se ha roto?

en

Me lo pregunto muchas veces, demasiadas. Algo se ha roto dentro de mí, y no hay manera de arreglarlo. Más de una vez me pregunto si yo mismo quiero arreglarlo. Así que me paso las noches en vela, dándole vueltas a todo, deseando recuperar la ilusión por algo o por alguien, pero sin ánimo ni valor para tomar ninguna decisión, sin nadie a mi lado con quien saltar al vacío.

Pero quizá sea mejor así. ¿Qué haría si la mujer de mis sueños me dijera «verdes ojos tienes»?

Así que aquí estoy, así estoy yo sin ti, como dijo Sabina. Pero no puedo dejar de preguntarme: ¿cómo he acabado así? ¿Ha sido por mi culpa? ¿Por qué ser cobarde es tan fácil y ser valiente cuesta tanto?

¿Por qué hay gente que se conforma con su vida y no lucha por mejorar, por escapar, por ser feliz?¿Por qué no huye, por qué no huyo, por qué no se salva? ¿Por qué acepta su condena y su injusticia?

¿Cuál es el precio de todo esto? porque siempre hay un precio.

Me gustaría gritar, decirle muchas cosas a mucha gente, pero nunca lo hago, nunca me atrevo. Quizá sea mejor así, pero voy a estar arrepintiéndome toda mi vida.

Plural: 2 Comentarios

  1. Blue dice:

    Rafa,leyendo tu articulo me doy cuenta de que no soy la unica que se siente asi… Y créeme que la frase aquella en la que todo mundo cae para «darte aliento» de tomar el toro por los cuernos no funciona.. yo una y mil veces he enfrentado mis problemas… pero esa sensacion de que algo se ha roto dentro de mi no puedo quitarmela… tal vez hayas tu encontrado como hacerlo y puedas darme algun tip… me siento cansada y asqueada del mundo… me siento diferente al resto y los veo que son tan felices en su mediocridad que hasta los envidio, pienso: porque no puedo llevar una vida asi de sencilla y sin complicaciones?? porque darle tantas vueltas a todo y escuchar lo que te dicen y desmenuzar cada palabra para ver sus «otras» intenciones… en fin es muy complicado de explicar si es que nunca has sentido lo mismo… y si es lo mismo que has sentido sobran las palabras…
    Saludos

    1. Rafa dice:

      ¿Qué puedo decirte? ¿Cómo atorar esa vía de agua que vacía tu vida? Si tuviera la respuesta te la diría. Te salvaría y me salvaría a la vez, pero no tengo nada. Estoy tan vacío y roto como puedes estar tú.
      Pensar duele. Luchar duele. Preguntarse por qué, cómo, cuando, si hubiera, te desgarra por dentro. Como diría Cortázar, «Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara, emplearla para revolver el café.«. Más fácil abandonarnos nosotros mismos, sumirnos en la masa pegajosa que se proclama mundo, perdernos y olvidar para que no duela.
      Pero no podemos. Somos así, para bien o para mal; cada mañana nos levantamos, nos pertrechamos y salimos a defender la trinchera sabiendo que todo está perdido, donde todo el mundo desertaría, abandonaría; mas nosotros la defendemos día a día porque es nuestro deber, nuestra obligación. Porque todo nuestro mundo sólo tiene sentido cuando defendemos palmo a palmo esos últimos metros.
      Nunca podríamos vivir en la mediocridad. Nunca podríamos narcotizarnos con esa sustancia que te aliena porque no somos así. Nunca llevaremos la vida cómoda, muelle; no vemos el mundo con ojos mediocres, sino con otros ojos, quizá los del corazón.
      Sólo puedo darte un consejo, sólo he aprendido una cosa en esta maldita vida: uno tiene que hacer lo que tiene que hacer. Sabemos cuál es nuestro deber, cuál es la decisión adecuada. Nuestro sexto sentido nos lo dice, por mucho que queramos acallarlo. Duele tomarla, pero cada vez que no lo hago, por amor, por dolor, por cobardía, por abnegación… me arrepiento. Y lo arrastro toda mi vida, todas la noches me asaltan las decisiones mal tomadas, los titubeos, la cobardía.
      Lucha, cree en ti, no estás sola. Yo creo en ti. Creo en aquellos que luchan, se preguntan, sufren, sienten y lloran. Que están vivos. No nos es tan fácil como a los otros, pero mantenemos el mundo a raya, y aunque vivamos en noches pobladas de fantasmas, seguimos vivos.
      Dame la mano y salta conmigo. Detendremos la avalancha. Y si nos ahogamos, moriremos por lo menos sabiendo que nos dirigíamos hacia la playa.
      Un abrazo.

      ¡No es posible garantizar cosas así! Después de todo, cuando tuviésemos todos los libros que necesitamos, aún insistiríamos en encontrar el precipicio más alto para lanzarnos al vacío. Pero necesitamos un respirador. Necesitamos conocimientos. Y tal vez dentro de un millar de años, podríamos encontrar barrancos más pequeños desde los que saltar. Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos. Son la guardia pretoriana del César, susurrando mientras tiene lugar el desfile por la avenida: “Recuerda, César, que eres mortal”. La mayoría de nosotros no podemos andar corriendo por ahí, hablando con todo el mundo, ni conocer todas las ciudades del mundo, pues carecemos de tiempo, de dinero o de amigos. Lo que usted anda buscando, Montag, está en el mundo, pero el único medio para que una persona corriente vea el noventa y nueve por ciento de ello está en un libro. No pida garantías, no espere ser salvado por alguna cosa, persona, máquina o blibioteca. Realice su propia labor salvadora, y si se ahoga, muera, por lo menos, sabiendo que se dirigía hacia la playa.

      Ray Bradbury, “Fahrenheit 451″.

Los comentarios están cerrados.