Cuéntame un cuento

en
Benijo, Andrés Suárez
Me preguntó muchas cosas
aquella noche
que durmió a mi lado.
Me preguntó
qué era la soledad,
la tristeza,
el dolor.
Me preguntó
por qué los cuentos acaban siempre bien
y la vida
siempre mal.

Yo
que nunca miento
y mucho menos a ella,
le dije
que la soledad
era no encontrarla
entre la multitud que corría por Gran Vía,
que era gritar su nombre
bajo la lluvia
sin que nadie respondiera.

Que la tristeza
era un río sin retorno,
una góndola sin Venecia,
un concierto sin su mano,
la cama deshecha sin ella,
la ausencia de sus besos y su risa,
el recuerdo de su mano en mi cara,
de su boca en mi espalda.

Y el dolor.
Le dije que el dolor
era
nuestro pan y nuestra sal,
el filo de mis errores,
las palabras sin salida
que golpean el alma,
las esperanzas derramadas
cuando las lágrimas cesan,
los mil golpes que le dije
hasta partirle el alma
y dejarla en la estacada.
Mi amor erróneo
y mi corazón tullido,
que laceraba el suyo.

Mis cuentos, le dije,
mis cuentos son otra cosa.
Sólo pueden contarse
a la luna llena,
a la chica perfecta,
al corazón herido.
Y acaban bien
porque lo quiero,
porque te quiero;
porque la vida es cuento
si tú y yo queremos;
si nos damos un beso
y acabamos con la soledad,
con la tristeza,
con el dolor;
cogemos nuestra pluma
y nos tatuamos en los corazones
que nuestros finales
sólo pueden felices
porque queremos.
Porque nos queremos.