¿Sabes qué?

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¿Sabes qué?
Te lo hubiera dado todo,
te lo di todo.
Quizá fue por eso,
por haberme vaciado en ti como un río,
por haber desembocado en el desierto,
por haberte anegado y abrumado
con aquel torrente de amor
que no tenía frenos ni medida.
Puede que fuera por eso
o puede simplemente ser
que no eras tú.

¿Lo oyes?
Son las lágrimas de sangre
que van goteando
lánguida,
débil,
desmayadamente,
de mi corazón.
Que se abisman
en las tinieblas del olvida
con la desesperanza de ver tu luz
una vez más.
Ya ves,
no llegamos a compartir
casa, cama, canas,
risas, prisas, brisas,
lecho, techo, pecho,
besos, sexos, cielos,
juegos, ruegos, fuegos,
penas, cenas y velas.

Sólo somos dos adioses
desde dos orillas paralelas
que sueñan en vano
con cruzarse
y romperse de amor.