Carta a mi otro yo

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A Léon Werth:

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esa persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esa persona mayor lo comprende todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esa persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío; tiene verdadera necesidad de consuelo. Por si todas esas razones no fueran suficientes, dedico este libro al niño que una vez fue esta hoy persona mayor. Todas las personas mayores han sido niños alguna vez (pero pocas lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:

A Léon Werth,
cuando era niño

Y a Moly, cómo no. En realidad, está entrada siempre fue para ella.

Aunque tú no lo sepas, Quique González

Esta dedicatoria de «El principito» siempre me ha llegado al alma. Cuando alguien descubre que un ser querido o una persona a la que aprecias está regular o mal, siempre intenta hacer algo por animarlo, ayudarlo, o arreglarlo. Suele ser muy difícil, suele ser imposible ayudar a alguien, porque nunca sabes lo que espera nadie, y todos medimos la realidad de los demás desde nuestro propio punto de vista, y damos las soluciones que nos sirven a nosotros, no a los otros.

Pero otra cosa es cuando tu otro yo no sabe qué hacer. «—¿Desesperación, o locura? —dijo Gandalf—. No desesperación, pues sólo desesperan aquellos que ven el fin más allá de toda duda. Nosotros no. Es sabiduría reconocer la necesidad, cuando todos los otros cursos ya han sido considerados, aunque pueda parecer locura a aquellos que se aferran a falsas esperanzas. Bueno, ¡que la locura sea nuestro manto, un velo en los ojos del Enemigo! Pues el Enemigo es muy sagaz, y mide todas las cosas con precisión, según la escala de su propia malicia. Pero la única medida que conoce es el deseo, deseo de poder, y así juzga todos los corazones.»

Así que esta es una carta a mi otra mitad. No sé cuándo la leerás, no sé si la leerás cuando sólo veas el fin más allá de toda duda o si nunca volverás a pisar estas baldosas amarillas. Pero, si vuelves a buscar refugio en estas letras, en esta bitácora, en esta casa en la que antaño habitó la tristeza y ahora moran elfos, lamias y ninfas, estaré aquí, junto a estas letras, para sentarnos juntos a ver el atardecer.

El mundo, la vida es un lugar maravilloso, lleno de sorpresas en forma de compañeras, retos, experiencias y puestas de sol. Muchas, muchas personas han pasado por este mundo, y algunos lo consideran un valle de lágrimas, otros un Xanadú encantador y maravilloso, o una gran mayoría no piensan nada, como los que se encontró Machado.

No hay un manual para la vida, pero todo el mundo pasa por ella, no sé si con pena o sin gloria. Pero sí puedo decirte que a veces es inevitable verlo todo gris. Ver el mal en el mundo y en los demás, ver que nada tiene solución, pensar que quienes están a nuestro lado no son merecedores de nosotros, o que nosotros no estamos a la altura de los demás. Es muy fácil justificar todo el mal del mundo y echarlo sobre nuestros hombros; es sencillo esconderse en el barro y refugiarse en el dolor.

Dice la lógica matemática que, a partir una premisa falsa, se puede demostrar cualquier cosa. Y el ser humano es capaz de todo para justificar sus más oscuros presagios. De hecho, en la antigua china, los astrónomos ocultaban cometas y eclipses, puesto que emitir un mal augurio o presagio era el primer paso para que todo fuera mal. Esta mala idea siembra la semilla de la perdición.

Una mitad de nosotros ha pensado mucho sobre esto, cuando la cabeza nos ha dado una pequeña tregua durante la que rehacer nuestras maltrechas fuerzas. Nuestra otra mitad, aunque tú no lo sepas, ha caminado por tinieblas y ha tenido que recoger pedazos; ha tenido que sujetar la ira, la pena, el dolor tanto que las riendas laceraron las palmas de unas manos llenas de sangre. No siempre lo logró, el lado oscuro es poderoso. La ira, la impaciencia, la desesperación, el cansancio y miles de monstruos han asolado nuestra mitad, el corazón ha salido cosido a balazos del tiroteo mientras la razón lo arrastraba hacia una posición desenfilada, y hemos muerto tantas veces que no me explico cómo queda sangre para seguir sangrando, cómo queda dolor para seguir doliendo.

Así que un día, una mitad, con la cabeza al mando, dijo basta. Nada es tan negro como lo imaginamos, y muchos son los que sobreviven con alegría a estos vaivenes, así que ¿por qué no nosotros? Así que medio yo, medio nosotros, se armó de paciencia. Negó la mayor cuando todo lo veía perdido, y decidió cerrar todavía más la ira, la pena, la tristeza, los rayos que no cesan y atraviesan el alma, el corazón, el estómago. La infinita pena que surca de terribles cicatrices las noches interminables, los infinitos errores y agravios que pueblan esta vida de calles desiertas y cines vacíos. No dejaré que la pena, la tristeza, el dolor, la rabia, la ira, los agravios controlen nuestra vida. Eso depende de mí, depende de nosotros.

No tengo la solución, no soy perfecto, pero no me pienso rendir ni dejarnos solos. Tú, mi otro yo, mi otra mitad: cruza esa línea que nos separa del otro lado, y vente a pelear por la paz, la belleza, el amor, la alegría. «Será dura la vida, la lucha será dura, pero vendrás conmigo«.

Un comentario

  1. Que precioso escrito! Sentí cada letra acariciar mi corazón, qué, aunque tú no lo sepas, también ha sufrido tanto! Pero claro que no nos daremos por vencidos!!! Hasta morir!! Hasta que no queden más fuerzas, ni más dolor…vamos a pelear por l laz, la belleza, el amor y la alegría! Gracias por compartir estos hermosos rincones de tu casa! Un abrazo inmenso!

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