Enfrentarte a la vida

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Vivir mata. Debería anunciarlo en las cajetillas de tabaco y en las partidas de nacimiento.

Vivir es una mierda. Nos sueltan en este mundo sin permiso, sin manual de instrucciones, con apenas armas para luchar, y gran parte de ellas defectuosas. Ocho mil millones de locos en un caos infernal, acurrucándonos en los atractores para no morir de pena.

Vivir es un arma de destrucción masiva. O matas o te matan. O ambas cosas. Se reduce todo a una conducción kamikaze por la autopista galáctica. Si te bajas, te atropellan; si sigues, atropellas o colisionas. Nadie sale indemne de la vida, el seguro no te cubre los desperfectos propios, y los terceros pueden mandarte sicarios a cobrarse la deuda.

Vivir es una aventura maldita. Buscas compañeros de viaje, traes a otros locos a la vida y les das versiones defectuosas de tus pobres armas erróneas. Lanzas por la portezuela a quien te ha acompañado en el viaje. Buscas razones y no encuentras ninguna. Lloras y lloras y sigues apretando el acelerador.

Vivir duele. Sabes que al final no hay nada. Te paseas por tus recuerdos perdidos, por tu Hiroshima particular, por tu añorada Karelia. Te maldices y el mundo te empuja: sigue o te apartas. Te rompe la esperanza, registra tu felicidad, te machaca el alma una y otra vez. Y debes seguir. Seguir o morir. Soportar las convenciones sociales o morir.

Vivir es un error. Somos un milagro suicida en el tiempo y en el espacio. Una excepción, una fluctuación estadística. Somos un error. Por eso vivir está lleno de errores. Vivir es una cadena de errores que acaba en el eslabón de la muerte.

Vivir es, por desgracia, la única manera de llegar a ti. Tarde, cansado, herido, roto, traidor, equivocado, imperfecto. Llegar a ti en una tormenta de dolor, de fuego, de pena. En un problema sin solución a la vista, sin garantías. Es una búsqueda preñada de dolor, de decepciones. Pero el que pide, recibe, y el que busca halla. Sólo por eso, sólo por encontrarte y dormir contigo y no irme jamás de tu lado, la vida vale la pena vivirla.

Vivir, Rozalén