Momentos de honda emoción para Buttercup

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Ahora mismo el corazón yace desparramado en el suelo, mientras la razón lo arrastra de su chaleco hacia una desenfilada, fiero el rostro y manteniendo la promesa de no arrasar el mundo.

Así que no, no son buenos momentos, cuando debía estar en el paraíso: cumpleaños, llegar a la cima de mi carrera, encontrar por fin el refugio definitivo… Supongo que la vida es así.

Y ahora haría Sabina una canción, pero no me quedan ni ganas de eso, ni una gana de Madrid o de buscar el calor de un abrazo. No me puedo permitir el lujo de hundirme.

Y de nuevo vienen las preguntas, los errores, las señales, las certezas. Se sube el puente levadizo, se refuerzan las murallas y ahora Antonio de Pinto resuena, las razones no sirven para nada, y recuento lo que queda, pensando qué hacer con todo lo que se me ha quedado en los pliegues del alma. No quedan cuentos ya en el mundo.

Y esta entrada salía mejor cuando la pensaba en el coche, mientras volvía del trabajo entre lágrimas inexplicables, mientras la razón me taponaba las heridas y me hacía el consabido torniquete.

Me quedan las poesías viejas, que recopilo para que no se pierdan (pero se perderán todas, como todo en el mundo). Hoy las nuevas serían demasiado duras, con permiso de Diego Ojeda y los aviones.

Un beso.

Y entonces
llegaste tú
para escribir mi futuro
con los borrones del pasado.
Esto no es una canción de desamor, Ismael Serrano