Hay días para morir por dentro; hay días en que la vida te enseña las carreras de las medias, sus impúdicas vergüenzas. Hay días en que te rindes, te vienes abajo, cedes las trincheras a la muerte, descubres las señales en el cielo. Hay días en que el mundo te golpea, las personas te golpean, las palabras te golpean y en tu cuerpo sólo caben golpes, heridas, escupitajos, navajazos. Hay días en que vendes la plaza y sales a morir al desierto. Hay días que el desierto es mundo y el mundo es desierto. Hay días en que adviertes que estás en el lado equivocado. Hay días en que cuentan todos menos tú y días en los que sólo cuentas tú. Hay días que todo es verdad y tu cabeza te muestra la salida. Hay días que no tienen noche, sino desagüe. Hay días en que guardas tus armas, descubres al muerto que te habita, ves las mentiras de los honrados y quedas tendido en la calle para que te devore el buitre que hay en tu interior. Hay días que no son días sino panegíricos. Hay días en que no hay día. Hay días que quieres matar a tu padre, y días que quieres que todo acabe. Hay días que te muestran el mundo con una inefable claridad. Hay días en que todo está decidido, y debieras empezar a correr disparando a los malos. Hay días en que todas las mentiras inundan el escenario y las avenidas y los cielos y los cementerios. Hay días en el karma se cobra su factura, con devengos e intereses usureros, y te deja en números rojos. Hay días en que terminas por pedir la hora, un guardia y una UVI móvil. Hay días de único sentido que no volverán nunca al principio. Hay días en que descubres que todo es mentira. Hay días en que por fin todo ocupa el lugar que siempre debió ocupar.