Me calaste hondo

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Me asomo al precipicio. Tanto tiempo en el borde, en el filo, en el saliente de la nada, acaba por agotar, por cansar la vista, el alma, el corazón, la mente. Los sentidos azotados por el viento y el nudo en el estómago del vacío absoluto.

Momento de saltar o volver a casa o descerrajarle un tiro a bocajarro al payaso que se ríe, ajeno a la realidad.

No quiero redención, quiero guerra pura y dura, plomo ardiendo y llanto y sangre y dolor y oscuridad. Hay un tiempo de plantar y otro de arrancar lo plantado, hay un tiempo para volver a empezar, para tirarlo todo por la borda, para saldar las deudas y para perder la vida por cualquier tontería que, fuera de contexto, tiene la mayor de las importancias.

Sálvalos a ellos, sálvate tú: yo no salgo de ésta. Principalmente porque ya no tengo ganas de nada, ni siquiera de ti.

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